Capitulo 4
[Esperanza]
Año 1904. Estoy en la casa, por no llamarla mansión, de mi buen amigo Perdicaris, no hace un buen día ya que lo acaban de secuestrar delante de mí; no hubo violencia si tenemos en cuenta que quitarte la libertad no implicó fuerza bruta, me explico: las personas, bandidos según las autoridades, le trataron con suma delicadeza, de hecho a mí me pidieron perdón por llevárselo y dejarme allí, plantada con el almuerzo a medio terminar.
La policía me preguntó si los conocía, pregunta que no tenía sentido pues naturalmente que conocía a Ahmed al-Raisuli, ya que mi familia le tenía alquilada una vivienda en la llamadas «casas de los pobres», en la cual no vivía, pues la utilizaba para dar cobijo a personas necesitadas. La otra gran pregunta de la policía fue si Mariano tenia conocimiento del «secuestro» y que lo localizase, algo que me resultó sumamente fácil, pues estaba en Gibraltar, donde como todos sabemos no es posible esconderse. Naturalmente Mariano no tenía nada que ver con ese bandido. Cuando Ahmed al-Raisuli recibió el rescate, liberó a Perdicaris, y la historia tuvo un curioso final: se hicieron amigos (yo lo llamo «el síndrome de Tánger», muy anterior al famoso «síndrome de Estocolmo»)
Doy un salto hasta el año 1955. Estoy sentada en el salón de té Madame Porte, con el grave problema de tener que elegir entre pedir uno o dos pasteles, ya que el asunto de la bebida era secundario y además ya estaba decidido de antemano; fui a lo fácil y pedí un éclair, y lo pronuncié tan bien que me sentí un poco francesa. En Tánger ser español, francés, italiano o inglés no te identificaba con tu país de origen ya todos éramos TANGERINOS, así, con letras mayúsculas.
Salir de Porte y dar un paseo por el boulevard Pasteur es entrar en el mundo internacional, las tiendas y sus escaparates son increíbles y están siempre abiertas, según la religión del dueño: los viernes las tiendas de los musulmanes cerradas, los sábados las de los hebreos y los domingos las de los cristianos; por lo que ir de tiendas se basaba en el día de la semana. Entro en Kent a comprar no se qué, pues es obligado entrar a mirar y luego salir con algo rico, tipo regaliz, chocolate, galletas. etc. Hay más bancos que en cualquier ciudad de Europa, me refiero a bancos en donde poder cambiar divisas, hacer una transferencia o simplemente tener a buen resguardo tus ahorros.
Doy la vuelta y me dirijo a Villa Eugenia, naturalmente nadie me ve y naturalmente yo sí los veo, me refiero a mis sobrinos nietos, que acaban de despertarse de la siesta y se preparan para merendar; hoy han traído pasteles y suizos de La Española, quizás me coma alguno, pues esos pasteles son comparables a los de Madame Porte.
[Enrique]]
Titán, inmensa grúa, más grande que los barcos, e inmóvil; no como ellos, que iban y venían; ella siempre a la espera de mi subida al torreón para dejarse ver. Siempre estuvo muy lejos, de hecho cuando llegaba en el transbordador desde Algeciras la debían de esconder para que no la viese, quizás para que no viese lo vieja que era, lo oxidada que estaba, ellos siempre tan delicados conmigo, cuidando de que no viera la realidad, no fuese a ser que si la descubría me volviese como ellos: reales y oxidados.