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Capitulo 5

[Esperanza]

Año 1966- Me encanta sentarme a la mesa del comedor y escuchar a mi hermana Eugenia contar las pocas novedades de los días que se repiten, pero que son apasionantes; ya que nada malo ocurre y nada muy malo puede pasar. Los días de verano son apacibles: ir a la playa, ir de paseo en el coche que conduce, no tan bien, pero de forma segura, nuestro chófer Luis (el Gordo). También él es el encargado de ir al zoco y traer lo que está escrito en el papelito que mi hermana le deja cada noche en la mesa de la cocina; los precios son en francos pero se contabiliza en pesetas o en cualquier otra moneda de las que habitualmente puedes cambiar en alguno de los muchos cambistas que hay, sentados en medio de la calle, con sus mesitas y sus pizarras con las cotizaciones de las diferentes divisas, y a los que, curiosamente, nunca les roban o los atracan. 
Hoy comenta y escribe en su diario que hay una niña nueva, Pili, en la merienda, que es muy simpática; es hija de Eduardo Haro Tecglen, director del diario España, y hermana del que años más tarde sería el gran poeta y escritor Eduardo Haro Ibars.

«Hoy estuve con mi hermana en Carrión para comprar unas pastillas de chocolate; en Galerías Preciados para ver vestidos y vestiditos, y mis sobrinos se fueron a comprar carnada porque iban de pesca al río Tajardan».
 Año 2018. Estoy preparando mi primer viaje a Israel y me planteo a qué año trasladarme: si al tiempo presente, es decir, el año actual, con todos esos avances tecnológicos, o al año 1948, Cuando solamente había desierto y grandes sueños y más de una pesadilla. En los próximos días lo decidiré, y lo más seguro es que vaya en esos dos años, ya veré. Por cierto no hablo ni cuento nada que tenga que ver con la política, aunque sé que todo absolutamente todo esta impregnado de política y políticos.

[Enrique]​

Nunca, creo que nunca, me levanté de la cama por la noche, y naturalmente nunca bajé las escaleras ni vi de noche cómo eran el comedor, la entrada y mucho menos el jardín. Cuando digo creo es porque estoy casi seguro de que una vez me levanté para ir al cuarto de baño y casi, repito, casi, torcí a la derecha en vez de a la izquierda, a la derecha estaba la escalera, justo enfrente del reloj de pared; no sé si me daba más miedo la oscuridad o el tic tac del reloj; en fin, no fui al cuarto de baño y nunca  dejé de tener miedo a la oscuridad y al tic tac del reloj, subir escaleras me gusta, bajarlas no.

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